No pretende
ser un escrito a modo de tesis el que procedo a realizar, sino una especie de
reflexión desde el punto de vista de un ignorante amante del arte y la ciencia,
sobre lo que es el propio arte, la belleza, su relación con la ciencia y la
verdad.
Muchos
filósofos ya plasmaron la relación entre el arte, la verdad y la belleza.
Platón relacionó la famosa idea de verdad con la belleza, pues ¿qué hay más
bello que la verdad? Pero ¿qué es bello? Sin duda la verdad, aunque pueda
doler, lo es. Sin embargo, las personas tendemos al arte como forma de expresar
nuestros sentimientos provenientes de lo más profundo de nuestras almas,
nuestras inquietudes, pensamientos, deseos para que otras personas puedan
acceder al fondo de nuestras almas, con el fin de entristecerles, alegrarles,
conmoverles, es decir, con el fin de que sientan algo parecido a lo que
nosotros hemos sentido en un instante concreto y así compartir almas, desnudar
nuestra alma, lo más profundo y secreto de nuestro ser y esencia, frente a otra
alma desconocida o conocida y lograr que esa alma se enamore, nos odie, nos
desee o cualquier otra sensación, nuestro objetivo es el de que la persona que
vea, escuche, lea, pruebe, toque o incluso huela nuestro arte o nuestra
sensación instantánea, sienta, que se sienta vivo que se traslade al momento en
que nosotros sentíamos y nos sentíamos, por tanto, vivos. Y eso, sin duda, es
bello.
Una de las
virtudes de los seres humanos es que somos todos diferentes, por lo tanto
nuestra percepción no es una excepción, por fortuna o infortuna, según se mire.
La percepción del arte siempre es diferente si sopesamos la del creador con la
del espectador, por llamarlos de alguna manera. El único que podrá saber
perfectamente el significado, sentido y el sentimiento expresado en la obra de
arte va a ser el artista que ha creado dicha obra. El espectador podrá
acercarse a dicha verdad, a dicha idea en menor o mayor grado pero jamás a la
propia idea del artista. Pero el espectador no está en desventaja, pues la obra
de arte podrá también reflejarle ideas, verdades, que sólo su alma conoce, y
aunque es posible que el creador no tuviese ese objetivo, a priori, claro está,
su obra ya está viva, y como pública que es, ya no será dueño de ella, no será
dueño de lo que esta obra sea capaz de mostrar a diferentes personas. Ese
artista ya no será amo y señor de la pintura, plato, escultura, canción o
novela. En el momento que otra persona “contemple” la belleza de la obra de
arte en cuestión, el artista ya no podrá esclavizarla, no podrá someterla a su
única percepción, claro es que seguirá pudiendo alumbrar al espectador y
reconducirlo hacia sus idea inicial,
mas no podrá decir que la idea del espectador no es válida. El arte expresa
múltiples sensaciones y diferentes en cada persona, no obstante, idea inicial,
que es como yo me atrevo a definir a la idea o sentimiento con el que la obra
de arte fue creada, sólo existe una, lo cual, como ya dije, no invalida a las ideas secundarias que tienen los
espectadores y que difieren de la inicial. Pues al fin y al cabo, sólo el
artista podrá acceder a la idea inicial, como ya afirmé, los espectadores
podrán aproximarse, pero esa idea inicial, esa verdad, ese sentimiento, está
limitado al creador. Así surge el último tipo de idea, la idea de escalada, como quien escala una cima donde está la verdad,
siendo esta, la idea inicial inalcanzable, como el horizonte. Y siendo la idea
de escalada también válida, como todas las demás.