El mercado
laboral de los últimos años, quizá tomando como punto de inicio el año 2007, nos deja
perlas significativas y prescindibles. Es cierto que imbéciles los ha habido
desde todos los tiempos, pero supongo que la contemporaneidad nos hace destacar,
todavía más, los atropellos actuales. Juzgad por vosotrxs mismxs: neoliberales
en cargos públicos quejándose continuamente de la supuesta ausencia de
emprendedorxs (como si abrir una peluquería u otras pymes contra viento y marea
en una situación precaria no fuera emprender), exigencias de experiencia a
jóvenes trabajadorxs primerizxs, exigencias de “juventud” a trabajadorxs de
mayor edad y desgastados por unos sistemas de vida que ni siquiera te permiten
más de un mes de vacaciones (y da gracias), advertencias o amenazas a mujeres
en edad fértil relacionadas con el “riesgo” de quedarse embarazadas o aquel “no
te quejes que como tú tengo a 1000 en la puerta esperando a quedarse con tú
trabajo“. Y aun así no se darían cuenta ni en la eternidad de que con este
modelo solo vamos directxs a la extinción como especie.
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Discriminación
y precarización si eres joven; precarización y discriminación si no. “Cobráis
demasiado”, “demasiadas vacaciones”, “hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”, “lxs jóvenes ya no tendrán pensiones públicas”, “está bien que
se vayan a trabajar fuera, así ven mundo”, “en mi empresa no trabajan ni
embarazadas ni sidosos”… Afortunadamente la democracia nos dio herramientas
para luchar contras estos sinsentidos ¡Ah! ¿Ley mordaza? ¿Sindicalistas en la
cárcel o en procesos judiciales por manifestarse? No, no eso tiene que ser en
Venezuela.
Desafortunadamente
sería imposible recoger en un solo artículo todas y cada una de las injusticias
de este mercado labora actual. De este modo, y sin obviar al resto, me centro
en el famoso: “Como te quejes te despido porque en la calle a 1000 como tú
deseando tu puesto de trabajo”. Que sucede porque el trabajo es considerado un
privilegio ¿Algo irracional? Pues sí. Se nos ha confeccionado un mundo en el
que para vivir debes tener dinero. Para tener dinero necesitas tener suerte,
una clase social alta o un trabajo. La mayoría de la sociedad comprendió que
todas las personas éramos iguales en dignidad y el derecho a una vida digna es
algo oficialmente incuestionable. Luego, cerramos el círculo diciendo que el
derecho a un trabajo digno no es algo descabellado, si no algo necesario en
nuestro sistema de vida mayoritario. Consecuentemente quien niegue estas
premisas de mínimos, estará negando la igualdad oficial y extraoficial del ser
humano.
Desde luego
no nos sirve nada un estado que no garantiza un trabajo digno pese a tenerlo
como mandato en sus leyes básicas constitucionales. El estado puede escoger
entre renta mínima garantizada o trabajo garantizado, o ambos, pero no ninguno.
Si reniega estará incumpliendo su función más básica y fundamental: garantizas
el bienestar de la ciudadanía. Porque la incertidumbre puede ser útil pero no
se puede llegar al extremo de no saber si el siguiente mes cobrarás el subsidio
de paro o si te despedirán de tu trabajo, eso te paralizaría, te impediría
vivir dignamente. Y no hace falta una gran parafernalia para justificarlo,
básicamente no es ético. No es ético que tu jefx tenga el poder de presionarte
y amenazarte con el bienestar de tu familia y el propio. No es ético que se
utilice la precariedad generalizada de personas con o sin estudios, la
desesperación para amenazar a lxs trabajadorxs de tu supuesta empresa. Puesto
que, cuando una persona está desesperada tiene activo uno de los instintos más
inherentes a los seres vivos, un instinto de supervivencia que hace que actúes
de modos completamente distintos a los de una situación de confianza y
dignidad. Lo cual es una golosina para algunxs tiranxs. No nos lo debemos
permitir, la humanidad no debe permitírselo.
En otro
artículo hablaré de Bangladesh, China, India o Tailanda e intentaré liquidar
ese paternalismo que nos caracteriza al “mundo occidental”. Sin embargo quiero
destacar que la desesperación de algunxs trabajadorxs, también occidentales,
les lleva a verse obligadxs, y en
especial obligadas, a permitir violaciones, y explotaciones que nos retrotraen
a épocas casi coloniales ¿Qué clase de tiranía es la que se aprovecha de la
desesperación de otro ser humano? ¿Qué clase de demonio usa a las personas de
ese modo? ¿Acaso que una persona carezca de experiencia, juventud o estudios
justifica a sus jefxs a actuar como monstruos? ¿Por qué ser unxs buenxs jefxs
no está relacionado con la intrínseca defensa de los derechos de lxs
trabajadorxs y sí con la debilidad o el pasotismo? ¿Por qué no admitimos que
existe el trabajo esclavo en el siglo XXI? ¿Regularizamos el trabajo precario
de muchas mujeres limpiadoras y cuidadoras? ¿podríamos parar de culpabilizar a
lxs pequeñxs trabajadorxs que cobran en negro y atacar el injusto modelo de
cuidados? ¿Será la alianza laboral intergeneracional la que acabará con esta precarización y con el modelo de trabajadorxs pobres?