17/08/2018

Joven con Exper!enc!@

El mercado laboral de los últimos años, quizá tomando como punto de inicio el año 2007, nos deja perlas significativas y prescindibles. Es cierto que imbéciles los ha habido desde todos los tiempos, pero supongo que la contemporaneidad nos hace destacar, todavía más, los atropellos actuales. Juzgad por vosotrxs mismxs: neoliberales en cargos públicos quejándose continuamente de la supuesta ausencia de emprendedorxs (como si abrir una peluquería u otras pymes contra viento y marea en una situación precaria no fuera emprender), exigencias de experiencia a jóvenes trabajadorxs primerizxs, exigencias de “juventud” a trabajadorxs de mayor edad y desgastados por unos sistemas de vida que ni siquiera te permiten más de un mes de vacaciones (y da gracias), advertencias o amenazas a mujeres en edad fértil relacionadas con el “riesgo” de quedarse embarazadas o aquel “no te quejes que como tú tengo a 1000 en la puerta esperando a quedarse con tú trabajo“. Y aun así no se darían cuenta ni en la eternidad de que con este modelo solo vamos directxs a la extinción como especie.

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Discriminación y precarización si eres joven; precarización y discriminación si no. “Cobráis demasiado”, “demasiadas vacaciones”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “lxs jóvenes ya no tendrán pensiones públicas”, “está bien que se vayan a trabajar fuera, así ven mundo”, “en mi empresa no trabajan ni embarazadas ni sidosos”… Afortunadamente la democracia nos dio herramientas para luchar contras estos sinsentidos ¡Ah! ¿Ley mordaza? ¿Sindicalistas en la cárcel o en procesos judiciales por manifestarse? No, no eso tiene que ser en Venezuela.
Desafortunadamente sería imposible recoger en un solo artículo todas y cada una de las injusticias de este mercado labora actual. De este modo, y sin obviar al resto, me centro en el famoso: “Como te quejes te despido porque en la calle a 1000 como tú deseando tu puesto de trabajo”. Que sucede porque el trabajo es considerado un privilegio ¿Algo irracional? Pues sí. Se nos ha confeccionado un mundo en el que para vivir debes tener dinero. Para tener dinero necesitas tener suerte, una clase social alta o un trabajo. La mayoría de la sociedad comprendió que todas las personas éramos iguales en dignidad y el derecho a una vida digna es algo oficialmente incuestionable. Luego, cerramos el círculo diciendo que el derecho a un trabajo digno no es algo descabellado, si no algo necesario en nuestro sistema de vida mayoritario. Consecuentemente quien niegue estas premisas de mínimos, estará negando la igualdad oficial y extraoficial del ser humano.


Desde luego no nos sirve nada un estado que no garantiza un trabajo digno pese a tenerlo como mandato en sus leyes básicas constitucionales. El estado puede escoger entre renta mínima garantizada o trabajo garantizado, o ambos, pero no ninguno. Si reniega estará incumpliendo su función más básica y fundamental: garantizas el bienestar de la ciudadanía. Porque la incertidumbre puede ser útil pero no se puede llegar al extremo de no saber si el siguiente mes cobrarás el subsidio de paro o si te despedirán de tu trabajo, eso te paralizaría, te impediría vivir dignamente. Y no hace falta una gran parafernalia para justificarlo, básicamente no es ético. No es ético que tu jefx tenga el poder de presionarte y amenazarte con el bienestar de tu familia y el propio. No es ético que se utilice la precariedad generalizada de personas con o sin estudios, la desesperación para amenazar a lxs trabajadorxs de tu supuesta empresa. Puesto que, cuando una persona está desesperada tiene activo uno de los instintos más inherentes a los seres vivos, un instinto de supervivencia que hace que actúes de modos completamente distintos a los de una situación de confianza y dignidad. Lo cual es una golosina para algunxs tiranxs. No nos lo debemos permitir, la humanidad no debe permitírselo.



En otro artículo hablaré de Bangladesh, China, India o Tailanda e intentaré liquidar ese paternalismo que nos caracteriza al “mundo occidental”. Sin embargo quiero destacar que la desesperación de algunxs trabajadorxs, también occidentales, les  lleva a verse obligadxs, y en especial obligadas, a permitir violaciones, y explotaciones que nos retrotraen a épocas casi coloniales ¿Qué clase de tiranía es la que se aprovecha de la desesperación de otro ser humano? ¿Qué clase de demonio usa a las personas de ese modo? ¿Acaso que una persona carezca de experiencia, juventud o estudios justifica a sus jefxs a actuar como monstruos? ¿Por qué ser unxs buenxs jefxs no está relacionado con la intrínseca defensa de los derechos de lxs trabajadorxs y sí con la debilidad o el pasotismo? ¿Por qué no admitimos que existe el trabajo esclavo en el siglo XXI? ¿Regularizamos el trabajo precario de muchas mujeres limpiadoras y cuidadoras? ¿podríamos parar de culpabilizar a lxs pequeñxs trabajadorxs que cobran en negro y atacar el injusto modelo de cuidados? ¿Será la alianza laboral intergeneracional la que acabará con esta precarización y con el modelo de trabajadorxs pobres?