Siento la picardía del título
pero de vez en cuando se nos permite alguna licencia. No, evidentemente no me
he vuelto monárquicx, vengo a hablar de El
príncipe de Bel-Air, aquella serie de la NBC emitida entre los años
1990-1996 protagonizada por Will Smith. Una de las primeras series televisivas
con protagonistas negrxs que marcaría un antes y un después en la industria
televisiva y cinematográfica. No quiero ser inexacto y es cierto que no fue la
primera serie con impacto mundial protagonizado personas negras, tenemos claros
ejemplos como La hora de Bill Cosby o
Cosas de casa, no obstante sus impactos sí fueron menores en comparación. Además, seré sincerx, la protagonizada por
Will Smith es mi favorita, no seré ninguna autoridad pero yo ahí lo dejo.
En cuanto al tema de progreso
antipatriarcal, sensibilidad de clase y derechos LGTBIAQ+ la serie que nos ocupa no ha sido ni mucho
menos innovadora, siendo generosxs. En cuanto a diversidad El príncipe de
Bel-Air no sacaría mucha nota en ningún test estandarizado, sin embargo creo
que pese a que la interseccionalidad nos ha enseñado a no separar las
opresiones sino a luchar contra todas ellas es igual de verídico el hecho de
que no debemos olvidar la singularidad de cada opresión. Leer Mujeres, raza y
clase de la gran Angela Davis ayuda a reafirmarse en lo enunciado previamente.
La representación de los
colectivos oprimidos siempre ha sido menor que la de los opresores, de
Perogrullo, entonces llegan series como la que comentamos y empiezan a
subvertir el sistema. Referentes y referentes, lo hemos comentado infinidad de
veces en este Blog que se me hace imposible referenciarlas todas. Como blancx
no puedo imaginarme lo que debe suponer para unx joven negrx el poder
referenciarse por fin en alguien racializadx y lo que debió suponer que lxs
blancxs encontraran en lxs protagonistas de la serie diferentes referentes
indiferentemente de su color de piel. Es importante por otra parte y haciendo
un inciso diferenciar el término racialidadx de raza. Raza en nuestra especie
solo hay una, lo que ocurre y lo que nos explican lxs antropólogxs y las
personas no blancas es que circunstancialmente lxs blancxs has construido la
raza evidenciándose, centralizándose y jerarquizándolo todo. Es por este motivo
por el cual debe utilizarse el término racializadx.
Entre episodios de Will haciendo
trastadas y Carlton bailando siempre recordaré aquel episodio en que tía Vivian
ejercía de profesora de historia en la academia privada de sus hijxs y sobrino
especializándose en historia afroamericana. En ese capítulo se hablaba de los
cantos espirituales que hacían lxs esclavxs negrxs para escapar de sus amos blancos o de los
esclavistas, se hablaba de Malcon X y por supuesto de Ella Fitzgerald o Rosa
Parks y Martin Luther King. Capítulos como estos desmitifican aquello de que la
pantalla grande o pequeña o forman parte de nuestra cultura como dicen algunxs
intelectuales sobrevenidos en el clasismo desmesurado.
Si bien es cierto que la
industria nunca es tan emancipadora como desearíamos, aquellxs que pertenecemos
a colectivos discriminados sabemos la importancia que tiene la
representatividad y la existencia de referentes. El príncipe de Bel-Air no habrá tenido el impacto de la lucha de
lxs abolicionistas Frederick Douglass o Harriet Jacobs ni la potencia
dialéctica de Sojourner Truth pero no debemos desestimar la huella que han
dejado en la industria del entretenimiento. Es ya un topicazo pero dentro de
cada tópico permanece cierta cantidad de verdad: nos queda mucho por hacer y en
ante un panorama político mundial de refuerzo de la extrema derecha y
emergencia climática, el antirracismo interseccional es nuestra responsabilidad
como seres humanos. Seguimos.