En numerosas ocasiones el
trabajo de unx profesional del sistema sanitario en la atención primaria consiste
en acudir al domicilio de lxs pacitenxs ante urgencias o imposibilidad de la
movilidad. Cuando pacientes te abren las puertas de su casa, hacia su intimidad
más certera, notas que el nombre medicina/enfermería familiar y comunitaria le
viene como anillo al dedo. Igual de cierto es que solemos atender a personas de
edad avanzada que suelen vivir solas. La sociedad gerontofóbica, capitalista y
capacitista no está destinada para ellxs y enfermar no es algo exclusivo de la
fisiopatología del ser humano, ahí también interseccionan los componentes
psicosociales1. Entrado en materia os contaré una visita
domiciliaria que tuve con mi tutora, ya que soy residente de primer año. El
paciente nos llamó por mareos e inestabilidad de larga evolución que ese día le
impedían si quiera salir a la calle a realizar sus recados diarios. Se trataba
de un paciente de edad por ende sus quehaceres componen el imaginario de su
actividad vital, evidentemente. Acudimos y mientras exploras al paciente
observas su entorno, ¿el de este paciente? Ordenado, vistoso pero sobretodo
llamaba la atención la ausencia de retratos con mujeres de su misma edad.
Tampoco tenía familiares directos excepto sobrinxs.
Sin embargo aparecía
constantemente un mismo hombre, de su misma edad o al menos eso aparentaba. Él
no estaba en el domicilio pero ese hogar no parecía de una sola persona. Y ¿qué
me sorprendió? Que lo primero que pensé es que era su amigo ¿Cómo pude pensar
eso? ¡me sorprendió mi propia LGTBI/GSRDIfobia y gerontofobia! ¡No eran amigos!
¡Tendrían su red afectiva como cualquier otra persona más joven! Evidentemente
tampoco hubiera sucedido nada si fueran amigos, si algo hemos aprendido del
pensamiento poliamoroso2 es que debemos destruir la jerarquización
en las redes de cuidados y afectivas. Pero no era el caso, eran pareja y no
pude creer que no me diese cuenta antes. No por una cuestión de cotilleo sino
por el motivo de empezar a respetar a quiénes también se han jugado la vida por
ser quiénes verdaderamente son, algo que yo pensaba reivindicar, ya, diariamente.
El feminismo nos enseña que
el conocimiento y la lectura jamás puede suplantar la experiencia colectiva de
la oprimida, por ese motivo la lucha contra todas las discriminaciones es
continua y diaria. En una conferencia en Madrid el pasado año3,
Angela Davis era preguntada por una mujer joven cómo hacía para resistir tantos
años en la lucha del activismo cuando ella que llevaba tan poco ya estaba
hastiada. Angela Davis contestaba que su felicidad estaba en el camino de la
lucha continua y a mí no se me ocurre manera mejor de expresarlo, sinceramente.
El interseccionalismo nos
educa en la lucha continua contra todo tipo de discriminaciones: las clásicas,
las nuevas y las que incluso todavía no conocemos. Y al considerar que el
hombre que aparecía en los retratos junto a mi paciente era un amigo y no su
pareja estaban interseccionando la LGTBI/GSRDIfobia y la gerontofobia de una
manera clara. Y en ese punto es cuando te das cuenta de la importancia que ha
tenido el matrimonio igualitario y la injusticia que existe en el tema de la
casi imposibilidad en los trámites para la adopción cuando es una familia no
cisheteronormaiva quién lo solicita y la falta de ayudas en las maternidades de
las mujeres lesbianas que así lo desean4. Las personas de edad ya no
es que no pudieran adoptar, evidentemente tampoco casarse y disfrutar de esos
derechos económicos y burocráticos que unx no sabe lo importantes que son hasta
que los pierde, sino que ni siquiera han podido mostrarse tal y como eran5.
No debemos olvidar las
residencias para personas de edad que necesitan cuidados que la familia no
puede brindar. En numerosas residencias existen modalidades para habitaciones
compartidas por parejas, no obstante esto es diferente para las personas con orientaciones
sexuales diversas o identidades transgénero. Muchxs se ven obligadxs a ocultar
quiénes realmente son después de largos años de lucha destruyendo armarios y
prejuicios. Volver al armario no es algo del agrado de absolutamente nadie.
Facilitar la seguridad y comodidad de personas que sufren discriminación por
ser, o expresarse dentro de la disidencia sexual y de género ha sido objeto de
creación de residencias especializadas. Suponen parches para la enfermedad de
la discriminación, pero ante la urgencia quizá sea un buen comienzo6.
Escribo este artículo desde
la rabia y la vergüenza de haber cometido un acto de discriminación que indica
que mis estructuras de pensamiento no son ni de largo tan subversivas como yo
pensaba, no llegué a verbalizar mi pensamiento en ese momento. Nos urge
repensar la familia, nos urge cuestionar las estructuras patriarcales de los
cuidados y del pensamiento monógamo2. Tenemos unas estructuras
sociales que se preocupan en cuidar a las personas jóvenes y en la natividad en
las familias cisheteronormativas. Dejan cadáveres vivos de personas de edad que
viven en la soledad. Al capitalismo no le interesan las personas que ya no son
productivas según sus sistemas, claro. Y si ya habían creado estructuras
familiares sin descendencia ni hablemos7. Ya no es que peligre el
sistema de pensiones públicas es que no tenemos un sistema de cuidados
eficiente porque tampoco existe dentro del imaginario colectivo la idea del no
abandono de las personas a las que les han impedido construir redes afectivas.
Empezar por unx misma para cambiar el mundo. Tras escribir este artículo me
quedo con ese pensamiento, desde luego no innovador: la fundación 26D7
lleva trabajando para dignificar a las personas LGTBI/GSRDI de edad y
recordarles que su labor en la conquista de derechos no será en vano, no es en
vano. Son nuestro pasado, pero también nuestro presente, y esto suele olvidarse
con más facilidad.
2)
Brigitte Vasallo, Pensamiento monógamo terror poliamoroso, 2018
5)
If these walls could talk 2,
Martha Collidge, 200