15/09/2017

1º, 2º, 3º, 4º, 5º, 6º, 7º y má$...

Tranquilxs no soy Rajoy hablando de obviedades pues, ¡os vengo a hablar del problema catalán! Por eso digo que no soy Rajoy, vamos. En este artículo me apetecía sacar las vergüenzas de cada partido y así plantear posibles argumentos para romper equidistancias o establecer nuevas ¿Choque de trenes? Sí pero, ¿Qué tren es más terco? La equidistancia de la terquedad no es tal, ahora bien ¿está libre de “pecado” quién mira desde lejos? ¿Qué hay de las incoherencias dentro de las fuerzas del cambio? Pretendo poner en cada lugar, clasificar de cierto modo a los diferentes partidos políticos o movimientos bajo la intensa luz de los patrones democráticos y la coherencia política: bienes escasos en la política institucional actual, salvo breves y momentáneas excepciones transitorias y fugaces.


Quién impide la democracia, por supuesto, suspende. No me voy a alargar, de momento, demasiado con el PP o Ciudadanos (C’s). El nacionalismo español está demostrando una falta explícita de sentido democrático por razones muy sencillas que trataré de complicar al final del artículo. Anticiparos que el título, como es natural, tiene mucho que ver con esto: si permitimos que voten estxs que se han manifestado, ¿qué vendrá después?

El otro nacionalismo español más “light”, es decir, el PSOE y a gran parte de la socialdemocracia europea ni está ni se le espera. El PSOE como partido histórico de España no entiende que en las pasadas elecciones plebiscitarias catalanas del 27S hubo, aproximadamente, un 80% de votantes solicitando un nuevo encaje de Catalunya en relación al estado español. Es cierto que el independentismo no llegó a ganar el plebiscito, como sabéis, en votos totales pero ahí sí que perdió por goleada el nacionalismo español. Y tras las elecciones del 20D y posterior 26J se dejó constancia de que una amplísima mayoría de catalanxs estaba por el derecho a decidir. Es más, objetivamente hay un 57% (ECP, ERC, PDeCAT ya que CUP-CC no se presenta a las elecciones estatales españolas [adjunto datos electorales: http://www.eleconomista.es/elecciones/generales/resultados/Catalunya]) de votantes que defienden este derecho, mientras que dentro de ese 43% restante (PSC, PP, C’s y otros partidos como el PACMA de los cuales desconozco su posición frente al referéndum, pese a que me consta que el partido animalista es un partido que estaría a favor, seguramente, del derecho a decidir) hay más de un tercio de votantes (lxs del PSC) que quieren una relación distinta con el estado español. Y bien ¿el PSOE qué? El PSOE, como referí, ni está no se le espera. Sí ¡Claro! ¡¿Qué remedio le quedó?! En su congreso estatal aprobó que, desde ese momento, estaban a favor de la plurinacionalidad en España ¡pero nada de referéndums! Y habría que preguntarle al PSOE andaluz, extremeño o castellano-manchego, entre otros. El PSOE quiere una reforma constitucional que debería ser aprobada por más de dos tercios del Congreso de los diputados y por mayoría en el senado. Las fuerzas plurinacionalistas, autodeterministas e independentistas no suman tanto, y menos aún en un senado donde el PP hace lo que le da la real gana ¿Qué pretenden entonces? ¿Están, acaso, vendiendo humo para “demostrar” que no son el PP o su socio C’s? O, ¿es que se creen que somos tan estúpidxs? ¿Qué eso de que vote todo el mundo un referéndum que interpela solamente a la ciudadanía de Catalunya? y, ¿votaron ellxs en Escocia? ¿No estamos todxs en la UE? ¿Se creen acaso que la democracia tiene algo que ver con aquel vergonzoso 135 que nadie votó?


La mayoría de la ciudadanía catalana está demandando un debate y un referéndum en el que decidir su futuro no sea una quimera inalcanzable. Por primera vez en el estado español hay unas fuerzas políticas con lxs suficientes votantes para poner en el orden del día y en el vocabulario político la plurinacionalidad. Las fuerzas del cambio han reconocido rápidamente el derecho de los pueblos y las naciones de decidirse a sí mismas, de que cada persona decida, en el marco de los DDHH, sobre su propia vida. Pero, últimamente, están incurriendo (al menos sí en sus posicionamientos oficiales) en algo muy peligroso: la incoherencia política. Las fuerzas del cambio han reconocido a las naciones históricas del estado español como tales. Muchísimo más cuando así lo dicta las historia, la cultura y lo más importante para mí: una mayoría de votantes que así lo expresan. Reconocen sin tapujos que Catalunya se trata de una nación, de un país. Pues bien, parad atención un momento más: si consideras a Catalunya como nación soberana debes considerar también a su gobierno como soberano. Un gobierno, si es soberano, puede perfectamente escribir o cambiar leyes (siempre que estén en el marco del respeto de los DDHH, por ahí no debemos de pasar). De este modo, ¿por qué no una ley de un referéndum? ¿Por qué no una ley para defender a lxs trabajadorxs públicxs del estado español el cual les amenaza incesablemente? Que yo sepa votar no tiene absolutamente nada de malo. Sí claro, el nacionalismo español llamará a sus votantes en Catalunya para que no se movilicen y así no voten. Con una consecuente baja participación no habría validez moral para los resultados ¿no? Claro, pues si votara el 57% del censo sería algo tramposo ¿no? Ahora bien, si participara un 67% todo correcto ¡como las elecciones del pasado 26J amigxs! Además ¿no debemos considerar al pueblo como capaz? ¿no debemos tener la esperanza de que lxs votantes del nacionalismo español se movilicen aunque su partido les diga que no porque la democracia está en juego? Es que señorxs, si no confiamos en el pueblo, ¿en quién entonces? ¿En los bancos?

En una campaña electoral se hacen promesas para indicar por qué camino tiras: si eres más de monte, de playa o de ciudad. Las garantías sí que están para cumplirse, al menos eso debemos exigir. La CUP-CC prometió que jamás daría apoyo a un gobierno de Artur Mas o Junts pel Sí (JxSí), y acabó cediendo, cosas de negociaciones y asambleas; ERC y el PDeCAT (antigua Convergència) fueron rivales hasta protagonizar uno de los pactos más estrambóticos y sinsentido de la democracia catalana en forma de una candidatura única (JxSí ganadora de las elecciones del 27S en 2015), al menos el pacto fue preelectoral y no postelectoral, me temo que el PSOE, el PP o C’s no pueden decir lo mismo. Supongo que la democracia es negociar y ceder, sin embargo, las mentiras deben ser dejadas a parte. Y así lo hizo JXSí. Lxs votantes de JxSí votaron tanto a ERC como al PDeCAT, y lo hicieron a sabiendas de nuevo, no como otrxs. Mas prometieron un estado catalán independiente en un plazo que ya terminó, y en esas siguen. Hay que romper equidistancias, sí; las promesas electorales son orientativas, sí de nuevo; no se puede hacer política con un estado español gobernado por el PP con el inestimable consentimiento cómplice de C’s y del PSOE (veremos qué avances hace Pedro Sánchez, yo muchas esperanzas en él no tengo…) que encausa y manipula a jueces y trabajadorxs públicos de las altas esferas policiales para atacar a la democracia y los partidos que no piensan como ellos, cierto es sí; pero, y sin entrar en debates de la necesidad o no de la independencia en Catalunya, ¿están en una situación tan límite para incumplir esas promesas electorales? ¿o de ensañarse de esas maneras con las fuerzas del cambio catalanas por su ambigüedad? ¿Qué hay de lxs trabajadorxs públicxs implicadxs? Permitidme que no lo responda, no lo sé, yo no puedo votar en Catalunya y no sé qué hubiese votado aquel 27S ¿Quizá un voto de protesta? o, ¿quizá uno de ruptura?



El independentismo catalán no tiene la misma responsabilidad que el nacionalismo español, aquí no valen equidistancias por mucho que no me guste el ideario político del PDeCAT. Aquí se está poniendo la democracia encima de la mesa, unxs están por votarlo todo y otrxs están tratando de bloquearlo todo. Hay otrxs que se abstienen, que no lo ven claro dentro de su complejidad que valdría la pena analizar más profundamente, lo admito. El drama está servido. Y el progresismo que anhela una democracia participativa para superar esta democracia representativa debe entender que después de este referéndum pueden venir otros, ¡decenas incluso!: ¿república o monarquía? O ¿abolición de la tauromaquia? Quizá, ¿nos planteamos reformar la constitución? ¿Necesitamos más inversión en investigación y menos en privilegios políticos? ¿Queremos entrar en el CETA, el caducado TTIP o en el TISA? ¿Nos podremos perdonar aquellos que anhelamos la democracia participativa no apoyar y tratar de convencer de la legitimidad de un referéndum, de la democracia propia, para resolver un conflicto? Después de un referéndum vienen otros.