Tranquilxs
no soy Rajoy hablando de obviedades pues, ¡os vengo a hablar del problema
catalán! Por eso digo que no soy Rajoy, vamos. En este artículo me apetecía
sacar las vergüenzas de cada partido y así plantear posibles argumentos para
romper equidistancias o establecer nuevas ¿Choque de trenes? Sí pero, ¿Qué tren
es más terco? La equidistancia de la terquedad no es tal, ahora bien ¿está
libre de “pecado” quién mira desde lejos? ¿Qué hay de las incoherencias dentro
de las fuerzas del cambio? Pretendo poner en cada lugar, clasificar de cierto
modo a los diferentes partidos políticos o movimientos bajo la intensa luz de
los patrones democráticos y la coherencia política: bienes escasos en la
política institucional actual, salvo breves y momentáneas excepciones
transitorias y fugaces.
Quién
impide la democracia, por supuesto, suspende. No me voy a alargar, de momento,
demasiado con el PP o Ciudadanos (C’s). El nacionalismo español está
demostrando una falta explícita de sentido democrático por razones muy
sencillas que trataré de complicar al final del artículo. Anticiparos que el
título, como es natural, tiene mucho que ver con esto: si permitimos que voten
estxs que se han manifestado, ¿qué vendrá después?
El otro
nacionalismo español más “light”, es decir, el PSOE y a gran parte de la
socialdemocracia europea ni está ni se le espera. El PSOE como partido
histórico de España no entiende que en las pasadas elecciones plebiscitarias
catalanas del 27S hubo, aproximadamente, un 80% de votantes solicitando un
nuevo encaje de Catalunya en relación al estado español. Es cierto que el
independentismo no llegó a ganar el plebiscito, como sabéis, en votos totales
pero ahí sí que perdió por goleada el nacionalismo español. Y tras las
elecciones del 20D y posterior 26J se dejó constancia de que una amplísima
mayoría de catalanxs estaba por el derecho a decidir. Es más, objetivamente hay
un 57% (ECP, ERC, PDeCAT ya que CUP-CC no se presenta a las elecciones
estatales españolas [adjunto datos electorales: http://www.eleconomista.es/elecciones/generales/resultados/Catalunya])
de votantes que defienden este derecho, mientras que dentro de ese 43% restante
(PSC, PP, C’s y otros partidos como el PACMA de los cuales desconozco su
posición frente al referéndum, pese a que me consta que el partido animalista
es un partido que estaría a favor, seguramente, del derecho a decidir) hay más
de un tercio de votantes (lxs del PSC) que quieren una relación distinta con el
estado español. Y bien ¿el PSOE qué? El PSOE, como referí, ni está no se le
espera. Sí ¡Claro! ¡¿Qué remedio le quedó?! En su congreso estatal aprobó que,
desde ese momento, estaban a favor de la plurinacionalidad en España ¡pero nada
de referéndums! Y habría que preguntarle al PSOE andaluz, extremeño o castellano-manchego,
entre otros. El PSOE quiere una reforma constitucional que debería ser aprobada
por más de dos tercios del Congreso de los diputados y por mayoría en el
senado. Las fuerzas plurinacionalistas, autodeterministas e independentistas no
suman tanto, y menos aún en un senado donde el PP hace lo que le da la real
gana ¿Qué pretenden entonces? ¿Están, acaso, vendiendo humo para “demostrar”
que no son el PP o su socio C’s? O, ¿es que se creen que somos tan estúpidxs? ¿Qué eso de que vote todo el mundo un referéndum que interpela solamente a la ciudadanía de Catalunya? y, ¿votaron ellxs en Escocia? ¿No estamos todxs en la UE? ¿Se creen acaso que la democracia tiene algo que ver con aquel vergonzoso 135
que nadie votó?
La mayoría
de la ciudadanía catalana está demandando un debate y un referéndum en el que
decidir su futuro no sea una quimera inalcanzable. Por primera vez en el estado
español hay unas fuerzas políticas con lxs suficientes votantes para poner en
el orden del día y en el vocabulario político la plurinacionalidad. Las fuerzas
del cambio han reconocido rápidamente el derecho de los pueblos y las naciones
de decidirse a sí mismas, de que cada persona decida, en el marco de los DDHH,
sobre su propia vida. Pero, últimamente, están incurriendo (al menos sí en sus
posicionamientos oficiales) en algo muy peligroso: la incoherencia política.
Las fuerzas del cambio han reconocido a las naciones históricas del estado
español como tales. Muchísimo más cuando así lo dicta las historia, la cultura
y lo más importante para mí: una mayoría de votantes que así lo expresan. Reconocen
sin tapujos que Catalunya se trata de una nación, de un país. Pues bien, parad
atención un momento más: si consideras a Catalunya como nación soberana debes
considerar también a su gobierno como soberano. Un gobierno, si es soberano,
puede perfectamente escribir o cambiar leyes (siempre que estén en el marco del
respeto de los DDHH, por ahí no debemos de pasar). De este modo, ¿por qué no
una ley de un referéndum? ¿Por qué no una ley para defender a lxs trabajadorxs
públicxs del estado español el cual les amenaza incesablemente? Que yo sepa
votar no tiene absolutamente nada de malo. Sí claro, el nacionalismo español
llamará a sus votantes en Catalunya para que no se movilicen y así no voten. Con
una consecuente baja participación no habría validez moral para los resultados
¿no? Claro, pues si votara el 57% del censo sería algo tramposo ¿no? Ahora bien,
si participara un 67% todo correcto ¡como las elecciones del pasado 26J amigxs!
Además ¿no debemos considerar al pueblo como capaz? ¿no debemos tener la
esperanza de que lxs votantes del nacionalismo español se movilicen aunque su
partido les diga que no porque la democracia está en juego? Es que señorxs, si
no confiamos en el pueblo, ¿en quién entonces? ¿En los bancos?
En una
campaña electoral se hacen promesas para indicar por qué camino tiras: si eres
más de monte, de playa o de ciudad. Las garantías sí que están para cumplirse,
al menos eso debemos exigir. La CUP-CC prometió que jamás daría apoyo a un
gobierno de Artur Mas o Junts pel Sí (JxSí), y acabó cediendo, cosas de
negociaciones y asambleas; ERC y el PDeCAT (antigua Convergència) fueron
rivales hasta protagonizar uno de los pactos más estrambóticos y sinsentido de
la democracia catalana en forma de una candidatura única (JxSí ganadora de las
elecciones del 27S en 2015), al menos el pacto fue preelectoral y no
postelectoral, me temo que el PSOE, el PP o C’s no pueden decir lo mismo.
Supongo que la democracia es negociar y ceder, sin embargo, las mentiras deben
ser dejadas a parte. Y así lo hizo JXSí. Lxs votantes de JxSí votaron tanto a
ERC como al PDeCAT, y lo hicieron a sabiendas de nuevo, no como otrxs. Mas
prometieron un estado catalán independiente en un plazo que ya terminó, y en
esas siguen. Hay que romper equidistancias, sí; las promesas electorales son
orientativas, sí de nuevo; no se puede hacer política con un estado español
gobernado por el PP con el inestimable consentimiento cómplice de C’s y del
PSOE (veremos qué avances hace Pedro Sánchez, yo muchas esperanzas en él no
tengo…) que encausa y manipula a jueces y trabajadorxs públicos de las altas
esferas policiales para atacar a la democracia y los partidos que no piensan
como ellos, cierto es sí; pero, y sin entrar en debates de la necesidad o no de
la independencia en Catalunya, ¿están en una situación tan límite para
incumplir esas promesas electorales? ¿o de ensañarse de esas maneras con las
fuerzas del cambio catalanas por su ambigüedad? ¿Qué hay de lxs trabajadorxs públicxs
implicadxs? Permitidme que no lo responda, no lo sé, yo no puedo votar en
Catalunya y no sé qué hubiese votado aquel 27S ¿Quizá un voto de protesta? o,
¿quizá uno de ruptura?
El
independentismo catalán no tiene la misma responsabilidad que el nacionalismo
español, aquí no valen equidistancias por mucho que no me guste el ideario
político del PDeCAT. Aquí se está poniendo la democracia encima de la mesa, unxs
están por votarlo todo y otrxs están tratando de bloquearlo todo. Hay otrxs que
se abstienen, que no lo ven claro dentro de su complejidad que valdría la pena
analizar más profundamente, lo admito. El drama está servido. Y el progresismo
que anhela una democracia participativa para superar esta democracia
representativa debe entender que después de este referéndum pueden venir otros,
¡decenas incluso!: ¿república o monarquía? O ¿abolición de la tauromaquia? Quizá,
¿nos planteamos reformar la constitución? ¿Necesitamos más inversión en investigación
y menos en privilegios políticos? ¿Queremos entrar en el CETA, el caducado TTIP
o en el TISA? ¿Nos podremos perdonar aquellos que anhelamos la democracia
participativa no apoyar y tratar de convencer de la legitimidad de un
referéndum, de la democracia propia, para resolver un conflicto? Después de un
referéndum vienen otros.