Bien, vengo a hablar de un tema que me gustaría relacionar con el amor, uno de los amores que creo que he llegado a sentir y siento. No es el único, pero sí uno de los más intensos. Como últimamente estoy haciendo pondré las referencias que he seguido para realizar esta declaración íntima de sentimientos compartidos. Aunque no sería lícito omitir hasta el desenlace que gran, sino todo el ideario del que medito cuando nombro el amor viene inspirado de la obra de Brigitte Vasallo Pensamiento monógamo, terror poliamoroso. Desde luego no es el único ensayo de esta pensadora y escritora, pero reconozco que a mí me ha enseñado a comprender muchas experiencias y vivencias.
Cuando interseccionan varios ejes de opresión las experiencias normativas dejan de ser compartidas, al menos no en las mismas etapas de la vida. Viajar, tener pareja, ir a un gimnasio, perder la virginidad, ser económicamente independiente son solo unos ejemplos. Sé que son muy dispares, pero comparten el ser eventos vitales cronológicos desordenados. Al fin y al cabo, no debemos olvidar que cumplir estos eventos vitales en un orden cronológico normalizado es también un privilegio. Y de la necesidad de reparar las reacciones de ciertos grupos privilegiados al preguntar sobre los eventos vitales de alguien y no admitir su periferia, extrarradio y anormalidad se está generando dolor. Y de la génesis del dolor nuestra respuesta política amorosa. Pero no es para todxs.
Brigitte Vasallo lo explica mil millones de veces mejor, yo os daré mi versión. Comparto ese hartazgo que transmite la autora acerca de combinar horarios y repartir cuidados, establecer ciertas reglas amorosas y de prácticas sexuales o establecer lugares de encuentros exclusivos. No creo que sea poliamor, es narcisismo multimonógamo, el poliamor era otra historia. No se trata de ver cuál es mejor de forma individual sino la que se deja, como dice la autora, menos cadáveres amorosos por el camino. El poliamor es cuidar, es no jerarquizar, es no competir para así, llegar a la no exclusividad. Ni podemos construir nada con las herramientas de la opresión ni podemos comenzar un hogar por el tejado. El poliamor es también, comprender que el fin de la no exclusividad puede ser el medio para romper la jerarquización pero también el horizonte al que nos acercaremos mediante los cuidados de todxs por igual, de no olvidar a lxs demás.
Hacemos lo que podemos.
Mi crítica es a la apertura en contraposición a la no exclusividad. Será una cuestión de índole lingüística, puede ser, no obstante, me da la sensación que cuando se habla de una relación abierta se está excluyendo a otras atracciones; a otros amores, se está cayendo de nuevo en la primordialización del sexo, se está construyendo con las herramientas equivocadas. Con mis incoherencias, inexperiencias, defectos y dependencias ¡Creo! Plantear la no exclusividad es más sano. Igual solo follas con otra persona compañerx, pero amas a muchas más, de formas diferentes pero no superiores, no mejores. A veces, esto es más rompedor ¿por qué no centrarnos en lo transformador de los cuidados? ¿No iba de esto el poliamor? Igual mi idealismo hipócrita y neófito es exagerado, romántico y poco certero. Aun todo, considero que no es descabellado señalar la apropiación del término poliamor cuando este se convierte en egoísmo multirrelacional, con múltiples exclusividades y jerarquías de prácticas y de personas.
Tras una lectura de Pensamiento monógamo, terror poliamoroso unx puede llegar a concluir que el poliamor no es para todxs, es para quienes no tienen otra opción que tener y tejer redes de cuidados amplias no normativas porque la norma no ha sido nunca su compañera de vida, nunca fue su aliada ni nunca fue un objetivo alcanzable por su condición de monstrux2. Con las redes de cuidados surge la necesidad de pensar en la dinámica de los autocuidados y la soledad. Fexs, gordxs, putxs, LGTBIAQ+, neurodivergentes, pobres, ancianxs y tantos grupos de opresión que nos quedan por identificar experimentan la soledad en etapas y periodos vitales importantes; en muchas ocasiones la soledad más dolorosa, la no deseada. En las soledades encontramos utilidad de estas etiquetas, otro día hablaremos de las supervivencias contra los identitarismos. Cuando trabajas la no exclusividad debes conocer el límite de las energías relacionales, una nueva relación no debe descuidar otras, al menos no si te importa no dejar detrás cadáveres emocionales, queridx. Intentemos no descuidarnos, no maltratarnos3, callarnos ni olvidarnos. A veces un simple “¿cómo estás?” es más podereso que cualquier manifiesto anárquico que la estridencia conglomerada pueda vociferar de rabia.
En el azar de una tarde en coche hacia un destino fortuito predestinado con la radio programada en música aleatoria de tu biblioteca trabajada de esperanzas y desencuentros surge la coincidencia. Se reproduce una canción que en cierto momento vital te transmitió una emoción que te evoca recuerdos de épocas en la que había facilidades, dificultades o simplemente eventualidades. A veces eso sirve para vivir un momento de felicidad. Sé que es simple y azaroso, pero os garantizo que es orgásmicamente placentero. No obstante, me hace temer que la soledad ha hecho el placer y la felicidad como una experiencia desesperada. Quizá lo pienso demasiado, quizá es absurdo, pero ¿si un momento me evoca tanto placer y posteriormente un periodo de tanta prolijidad, vale la pena?
No descuidemos a nadie compañerxs, a veces la amistad es saber que puedo contar con esa persona.