El sistema al ver que se
queda anticuado se renueva. No es una medida a la desesperada, está todo
pensado: permitir una singularidad, una rareza, la menos rompedora, para tratar
de destruir a su enemigx. Y así reflexionaba en una conferencia la feminista,
bollera y activista antirracista Brigitte Vasallo con respecto a la adaptación
del monocisheteropatriarcado hacia la amenaza que suponía el colectivo LGTBIAQ+1.
Ya no nos sorprende que quiénes votaban en contra del matrimonio igualitario
aprueben la homonormatividad, en especial la masculina.
“A ti invertidx: una rareza te permitiré, ¡nada más!”
(monocisheteronorma blanca)
Y allí estamos quiénes nos
identificamos como hombres cishomosexuales: ¡una rareza nada más! Y como
imaginaréis esa rareza es la de sentirte atraído sexual y/o románticamente por personas
de tu mismo género, siendo hombre. Una rareza, un desafío. Ser mujer y lesbiana
recordemos que son dos, ser bisexual es cuestionar el binarismo y compartir
discriminaciones con la homosexualidad. Por lo tanto ya son dos. Una rareza
¡nada más!.
¿Qué otras rarezas encuentra
el sistema? Evidentemente encontramos los ejes clásicos de opresión que
presentaba Angela Davis: género, raza y clase. Seguimos con la diversidad
funcional, las disidencias corporales, la ausencia de papeles en regla, tener
una expresión y una identidad de género no normativa, no seguir el binarismo, construir redes de afecto y cuidado poliamoroso, ser intersexual y otras muchas opresiones que me dejo en el tintero;
otras tantísimas que nos quedan por reconocer y comenzar a combatir.
Volvemos a Stonewall, siempre
volvemos. Lugar donde se reunían lxs trans, bolleras, maricas, bisexuales y otrxs disidentes de género y sexo. Esxs
valientes lo tenían todo en contra, luchaban unidxs contra la monocisheteronorma.
Demasiadas rarezas, demasiados problemas para el sistema. Demasiado poder en
contra de esas valientes transmaribibolleras racializadxs. Formaron, no
obstante, el colectivo que ahora reivindicamos y no queremos que se
resquebraje. Se reconocían en su diversidad y compartían un mismo objetivo:
destruir la monocisheteronorma viviendo tal y como eran. Pero incluso dentro de
Stonewall habitaban blancxs, habitaban personas cisgénero. Dentro del colectivo
marica habitaban también hombres. Porque amigxs, un marica no es un hombre como
tal2, los hombres cishetero nos lo recuerdan constantemente con su
incomodidad, discriminación y a veces odio. Odio por haber cuestionado la
hombrificación3, odio por ser homosexual. Tal y como les odian a
nuestros hermanos, los gays con expresión de género normativa.
Marica como identidad de género. Gracias a Asier Santamari(c)a sabemos que la palabra
marica viene de Maricarmen3,
no es un secreto que la misoginia nos atraviesa. Es evidente que el sujeto
político del feminismo son las mujeres. Eso es una verdad innegable, tal y como
lo es que lxs maricas no estamos apropiándonos de la idea de identidad de
género de nuestrxs hermanxs trans, con lxs que compartimos algunos aspectos de
nuestra infancia. La identidad de marica es la de el hombre homosexual con expresión de género no normativa, es vivir
como verdaderamente se es. Porque amigxs ¡Sí! No todos los gays serán maricas
pero desde luego hay maricas que se sienten más cómodxs con esa identidad, nos
describe mejor, nos hace crear vínculos de cuidados más fácilmente. La
reapropiación del insulto no es un invento nuevo, eso desde luego, pero sabemos
dónde estamos. Lo aprendimos de las mujeres, de lxs racializadxs, lo aprendemos
diariamente del activismo contra la gordofobia. Lo aprendemos de nuestras
hermanas bolleras y trans.
El sistema permite una rareza
pero ¿cuál es la recompensa? Pues permitirte entrar en el grupo privilegiado.
Es normal quererlo, es normal luchar por ello, no es normal olvidarte de tus
compañerxs, en normal devenir “heterificado”. Y lo vemos demasiado, muy
frecuentemente. Lo vemos en las aplicaciones de citas; lo vemos en ese
entramado patriarcal que es Grindr y que discrimina a lxs gordxs, racializadxs,
maricas, trans y hasta lxs seropositivxs. Lo vemos en el orgullo GAY. Hombres
normales, corporalidades no diversas y tránsfobas, mujeres invisibilizadas,
alabanza al estatus económico… Esto no es Stonewall, esto es algo a redefinir. El
sistema les acoge les planifica su vida. No te critico por tu monogamia o por
tu homonormatividad: te critico por tu insensibilidad interseccional. Entiendo que ser la reinona, la dramática, la marica mala atenta contra la normalidad, mi propuesta no es tu transformación sino tu reconciliación con quiénes no son como tú. Estás
aquí, como yo, por nuestrxs hermanxs transmaribibolleras que se jugaron la vida
en Stonewall, las cárceles, las soledades, el silencio, las palizas. Y fue el
sistema. No te olvides. Yo intento no hacerlo.
Alicia Murillo dice que la sororidad no es más que practicidad y alianza entre mujeres diversas4. La sororidad no interpela
a los hombres ya sean gays o maricas. Quizá debemos crear algo que lo imite,
algo que nos alíe de nuevo. Algo que como en Stonewall cuando interpelen a un
marica un gay se sienta interpelado. No es pedir que tengáis una expresión de
género que no tenéis, si no queréis deconstruir vuestro deseo no os lo pediremos,
si no deseáis cuestionar los modelos de familia heteronormativos es una opción
vuestra. Os respetaremos porque tenemos memoria y sabemos que entre tener
seguridad y no tenerla cualquiera elegiría la primera opción. Os pedimos, no
obstante, que nos reencontremos. Nos tenemos que buscar lugares comunes de autocuidados
¡compartimos experiencias vitales que nos hacen parecernos demasiado! ¡Ampliemos
la identidad marica! ¡que vuelva a ser territorio independiente de la expresión
de género!
La expresión de género
precede a la orientación sexual en el desarrollo de cualquier persona. De hecho
las dudas no deben ser enemigas del colectivo. Pero dudas de la orientación, no
de la expresión de género. Yo nací en la expresión de género no normativa, me
llamaron marica antes de saber que era homosexual. Debido a que al descubrirme
atraído por chicos me creí mujer al no conocer las disidencias en las
orientaciones sexuales. Más tarde me recordaron que yo era marica pero descubrí
que la homosexualidad era una opción existente; experimenté el confort de saber
que yo existía y existían hermanxs como yo, no estar solx. Con ello me golpearon
con la homofobia y la misoginia por parte de heterosexuales pero también de
hermanos gays y me planteé como gay. El feminismo entró en mi vida para
removerlo todo, para explosionarlo todo. Me reencontré con mi identidad marica,
me reconcilié conmigo mismo.
Devine gay para sobrevivir,
me reconcilié marica para poder empezar a intentar ser feliz. Esa es mi
experiencia, la vuestra será quizá distinta. Lo que debemos acodar es en
coincidir en un espacio y escucharnos… Quizá incluso empecemos a cuidarnos.
Referencias bibliográficas