Últimamente,
vemos todos los días, en estos meses de agosto e inicios de septiembre, el
terrible drama de los refugiados sirios que ya sufren en sus carnes más de dos
años de guerra, una guerra que como todas, enfrenta personas que no se conocen
para que otras que se conocen ganen sus objetivos. Con el aditivo de ISIS, esta
guerra civil sangrienta la vuelve aún si cabe más peligrosa para los sirios,
los ciudadanos de Siria que nada malo han hecho para merecer esto, porque nadie
se merece lo que les está pasando.
El mundo de
occidente tiende a mirar hacia otro lado mientras se explotan los bienes de
países, se permiten horarios laborales inhumanos, condiciones laborales
aniquilantes donde niñas y niños que deberían estar jugando y aprendiendo en
las escuelas han de coser a un bonito jersey unas estúpidas lentejuelas para
que aquí, podamos ir a la moda o estrenar un nuevo modelito. Y tras hacer todo
esto, hay personas con coraje sobrehumano que deciden dar un golpe a la mesa y
atreverse a desear una vida más digna donde se cumpla algo tan fundamental como
los derechos humanos básicos. Y ¿qué es lo que hacemos nosotros? Les ponemos
unas vallas con cuchillas, porque no caben en nuestro mundo de los DDHH, no caben
en nuestro país. Sí, nuestro país tiene problemas, es evidente, pero ¿de verdad
que no podemos hacer nada para dar una vida mejor a unos seres humano? ¿No
podemos ayudar a nuestros hermanos?
Han tenido
que morir decenas de personas para que nuestros gobernantes empiecen a
incomodarse y traten de cambiar esta situación. Sin duda, y como siempre, la
ciudadanía, informada por periodistas valientes, va infinitos pasos por delante
de las instituciones exigiendo el respeto de los DDHH. Y ¿qué podemos hacer más?
No quiero explicar más lo que sucede en general con los países en vías de
desarrollo, todos lo sabemos, todos sabemos de las guerras, de los niños
trabajando, del hambre, de la situación de las mujeres, el colectivo, los
refugiados de guerras (recientemente sirios)… Tampoco quiero hablar en este
escrito de ese sentimiento de ansiar cambiar las cosas pero no poder hacer
nada, no es el momento. Es el momento de plantearse qué podemos hacer como
ciudadanía.
Informarse
es fundamental y necesario, hemos de conocer qué ocurre en estos países, con
los niños y niñas, en resumen, con los colectivos más vulnerables. Muchos de
nosotros tenemos ya nuestros problemas aquí y quizá no podemos contactar con
asociaciones como “Médicos sin fronteras”, “Cruz roja” o “ACNUR”, para unirnos,
pero lo que sí podemos hacer es, no mirar hacia otro lado cuando vemos anuncios
para mandar un mensaje y donar un mísero euro. Podemos usar esos anuncios para
informarnos en las respectivas páginas web de las diferentes asociaciones que trabajan
con las personas de países “subdesarrollados”. Y ver si podemos dejar ciertos
gastos superfluos atrás e invertirlos en ayuda a personas, por muy poco que
sea, la ayuda a otro ser humano, creo que siempre va a ser bienvenida. Todos
tenemos nuestros propios problemas, no obstante, un gran método de no quedarnos
sentados en nuestros cómodos asientos es leer el programa electoral del partido
político al que quizá tienes pensado votar, y ver si respeta o no los DDHH y si
pretende establecer planes de ayuda internacional y colaboración con
organizaciones que trabajan diariamente en pos de los DDHH, de las personas
migrantes, refugiados y cualquier personas que pretenden vivir una vida digna.
El voto es fundamental, pero insuficiente, como ya dije y como estamos viendo
últimamente, la ciudadanía siempre va por delante de las instituciones, es por
esto por lo que el voluntariado y la manifestación son fundamentales para
lograr la igualdad y el bien de estas personas.
Ya dije que
informarse es fundamental, pero me permitiréis repetirme en esto. Podemos hacer
un acto muy humano en mi opinión, mirar las etiquetas de los productos que
compramos, y ver de qué país proceden y proceder a no comprarlos o comprarlos
libremente, “personas pequeñas haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el
mundo”. Bien es cierto que la industria textil tiene una gran organización que
crea ropa para que se rompa antes y así nos cree el creciente e inacabable
deseo de estrenar más prendas de ropa, y bien es cierto que esta industria,
gracias a la globalización y su inevitable descentralización (empresas
multinacionales que desplazan sus factorías de sus países originarios hacia
otros donde, mayoritariamente, los trabajadores cobran sueldos muchísimo más
baratos, véase China, Tailandia, India…), pero como dicen en Alicia en el país de las maravillas:
“Comienza por el comienzo”. Siempre podemos concienciarnos y hacer un acto de
responsabilidad mirando las etiquetas de nuestra ropa o de nuestros aparatos
electrónicos y ver dónde han sido fabricadas, así quizá buscaremos otras
tiendas que fabriquen en países donde no se exploten a los trabajadores, para
algunas prendas de ropa. No digo que dejemos de comprar, desgraciadamente eso
es casi imposible para personas que cobran sueldos normales y tienen escaso
tiempo. No obstante, poco a poco se va haciendo camino.
Este
escrito pretendía ser dedicado exclusivamente, para visibilizar, aún más si
cabe, y mostrar todo lo que la ciudadanía, organizaciones como ACNUR, la Iglesia y las ciudades del cambio (con proposiciones de acogida a refugiados, listas de familias que pretenden colaborar acogiendo personas, propuestas de cierres de los CIEs o centros de internamiento para extranjeros, que poco de respetables y democrático tienen, sólo hace falta leer las noticias e informarse, como ya dije), ya están
realizando a favor de los derechos humanos de estas personas. Sin embargo no
podía evitar hablar de la situación de otras muchas más personas, al menos
grosso modo. No pretendo tampoco, dar lecciones de moral a nadie, pretendo
poner ciertos objetivos más tangibles y alcanzables para pequeñas personas como
yo. Dejo aquí mi granito de arena, en este escrito, para poner en común lo que
muchos pensamos, y que por impotencia acabamos olvidando. Mas no debemos
olvidar, no nos lo debemos permitir, Europa no se lo puede permitir. Nuestro
país tampoco de be olvidar cómo nuestros abuelos, abuelas, bisabuelos y
bisabuelas, hermanos y hermanas entre ellos hubieron de abandonar España debido,
no sólo a una guerra, sino a una férrea represión franquista. Ellos y ellas son
tan humanos como nosotros, y los que se fueron huyendo de la crueldad
franquista. Merecen que se les respete sus DDHH, merecen que no les olvidemos,
y merecen que hagamos algo, yo nos he dado algunas pistas, desde luego no son
las únicas, pero desde luego es un comienzo.