Los seres humanos tenemos una característica que nos
diferencia de otros seres vivos, el tan complejo leguaje que tenemos. Es cierto
que otros animales no racionales tienen complejos métodos de comunicación, todxs
recordamos aquellos interesantes documentales donde se explicaban los famosos
“bailes de las abejas”, pero seamos francxs, no veo yo a una abeja entramando
un sistema ortográfico y sintáctico alrededor de unos pasos de baile, es cierto
que tendrán sus reglas, mas el instinto prima, no es esto lo que ocurre con
nosotrxs, nuestras reglas han ido evolucionando a lo largo de los años y
siglos. Y es que el lenguaje, como seres emocionales que somos, debe adaptarse
a cada época, lugar y desgraciadamente clase social, entre otros factores. Cada
estrato tiene cierta variación de la misma lengua, es evidente que una personas culta no hablará igual que
otra que no ha tenido las facilidades, ganas, tiempo, motivación o lo que
fuere, para leer o estudiar. Podrá simular, claro, pero será raro que esto sea
norma.
En la lengua castellana o español, tenemos un organismo
regulador de la misma, la conocida RAE, a la que muchos aclaman para describir
una norma o para corregir una palabra mal escrita o pronunciada. Pareciera que
se trata de un ente estocástico y sobrenatural, nada que ver, simplemente se
trata de personas que debido a sus méritos ya sean académicos, científicos o
incluso y en algunos casos sociales y artísticos. Es un grupo de varios
estudiosos de fundamentalmente la lengua. Evidentemente estas son las cabezas
visibles, los famosos “Académicos de la lengua española”, no me cabe ninguna
duda que detrás de ellos habrá muchísimxs trabajadorxs detrás del propio
trabajo, valga la redundancia, de los académicos de la RAE.
Hago un inciso para responder a una pregunta que de seguro muchxs os estaréis haciendo: sí, sé perfectamente que no estoy usando el no
oficial género neutro (x-@) para dar de contenido feminista a los sustantivos,
adjetivos o artículos referidos a las cabezas visibles de la RAE. Esto tiene
una clara explicación, y en seguida os cuento. Y es que resulta que pese a que
más del 50% de hispanohablantes sean mujeres (ya no hablamos de quiénes sean
españolxs o latinoamaricanxs dentro de su enorme pluralidad…), el porcentaje de
académicas de a lengua se reduce al bochornoso número, pues, de 44 académicos,
solamente 8 son mujeres. 8/44 si los cálculos no me fallan, ni el recuento
tampoco (http://www.rae.es/la-institucion/los-academicos/academicos-de-numero/relacion-actual),
se trataría se un trágico 18’2%, esto es, que menos del 20% de académicos son
mujeres, y ¿qué queréis que os diga? Culamen.
Con estos datos podríamos hacer muchas cosas, una de ellas
es comparar por ejemplo letras (ya sabéis que lxs académicxs de la RAE se designan
con letras mayúsculas o minúsculas) ¿qué sé yo? Pues ¡Mira! La i con al H o con la T ¿A que las
comparaciones son odiosas? Sobre todo cuando ponemos la i en la mesa, cuando ponemos el feminismo en la ciencia con el
recalcitrante clasismo y machismo de por ejemplo la H. Evidentemente no estoy diciendo que los hombres no podamos ser
feministas, pero ¿Quién va a saber más del feminismo que las mujeres y además
que las mujeres feministas? ¡Admitámoslo ya! Ningún hombre va a saber nunca con
total certeza como son las experiencias específicas de las mujeres frente al
machismo. Podremos compartir dolor y lucha, siempre y cuando sepamos quiénes
son las protagonistas y quiénes son el sujeto político de las reivindicaciones
feministas.
Y es que si más del 80% de académicos de la RAE son hombres,
pues como poco, no avanzarán tan rápido en el lenguaje inclusivo, eso siendo
generosxs. Sobre todo, de nuevo cuando sacan normativas como la que os ajunto: http://www.rae.es/consultas/los-ciudadanos-y-las-ciudadanas-los-ninos-y-las-ninas. En ella se especifica que el uso de formas inclusivas como “todas y todos” u
¡obviamente! los géneros neutros no “legales” como el uso de terminaciones en e, x
o @, es lo mismo que tomar una
actitud irresponsable, inútil y que atenta contra el principio básico de buscar
lo económico también en el leguaje. Es decir, que en una aglomeración de 99
mujeres y 1 hombre, al referirte a ellxs como todes, todxs, tod@s o todas,
¡estarías atentando contra el lenguaje normativo! ¡Nada menos! ¡Todxs a la
cárcel entonces! Y claro ¿qué les han contestado las feministas? Básicamente
que no les da la gana.
¡Es un sinsentido! La RAE periódicamente propone nuevas
normas y nuevas palabras (como culamen, pechamen o tetamen ¡Qué apropiado
señores!) a su archiconocido diccionario y no son capaces de ver que las
mujeres pueden trabajar fuera de sus casas (evidentemente no con los mismos
derechos todavía…) e incluso ¡tener ideología política! ¡Ocupar espacios antes
solo propiedad de hombres! ¡Qué escándalo señores de la RAE! ¡Qué sumo
escándalo! Pues bien, ni un solo atisbo de tino han mostrado sus señorías en
materia feminista y mejor ni me pongo a buscar a ver qué ponen en referencia a
ciertas connotaciones de algunas palabras.
Comenzaba y ahora terminaré este artículo con lo mismo, el
leguaje es una herramienta que se moldea de acuerdo al tiempo y sus hablantes
entre otros muchos factores, es por esto que no es descabellado proponer abrir
el tan necesario debate del lenguaje inclusivo y feminista para con las mujeres
y también con las realidades del colectivo LGTBI/GSRDI. Pienso fervientemente
que un nuevo género neutro supondría algo totalmente inclusivo para un colectivo
totalmente silenciado a lo largo de la historia, las mujeres. Y por supuesto
lograría incluir a personas que no se identifiquen con los géneros sexuales
binarios ¡Ellxs también existen! Y tienen derecho a ser INCLUIDX/A/@/ES.
Si el famoso culamen tiene cabida en
la legua española, las mujeres y los colectivos de géneros no binarios deben
tener también cabida, y aunque el lenguaje no lo sea todo en esta lucha, a poco
a poco se va haciendo camino...